28 octubre 2009

Yoñlu: Morir a los diecisiete

El 26 de julio de 2006 moría en su casa de Porto Alegre (Brasil), Vinicius Gageiro Marques, conocido en Internet como Yoñlu o Yoñlu. Era un chico de clase alta, hijo de padre político y madre psicoanalista, que había recibido una educación esmerada. Dominaba el francés y el inglés –aprendido viendo series de TV-, leía a grandes autores de la literatura universal, por ejemplo a Kafka, y sobre todo componía y grababa música en un estudio improvisado en su casa familiar. Luego los guardaba en un cd e incluso los colgaba en la red.
Mala suerte para un chico sensible y culto en una época donde está mal visto que los chicos sean sensibles y cultos.
Había nacido en 1990 y por tanto, le quedaban escasas semanas para cumplir los 17 años. Poco tiempo, pero suficiente como para pensar que había llegado la hora de largarse de este mundo en que se sentía extraño. 
En aquella tarde de invierno lo preparó todo concienzudamente. Detallista como era dejó una nota exculpando a sus padres, a los que aconsejaba que escucharan su música cuando estuvieran tristes, indicándoles también la dirección del blog donde había colgado sus canciones. En su nota contaba que la música era el único remedio posible frente a la desesperanza. A él no le bastó. Se llevó al baño su equipo para  poder escuchar sus temas favoritos, mientras se entregaba a la muerte ingiriendo monóxido de carbono:



Con 23 de aquellos temas grabados en su casa, se ha sacado un disco de gran éxito, A Society in Which No Tear is Shed is Inconceivaibly Mediocre. Desde entonces han aumentado sus clubes de fans en las redes sociales. Ahora en Youtube proliferan los vídeos con sus temas -combinados con bonitas imágenes- y los arreglos que otros han hecho con ellos. La prensa como no, ha usado su ejemplo para contarnos una vez más como Internet es un diabólico instrumento cargado de corrupción y muerte. No tienen reparos en imaginar un futuro donde los adolescentes se suicidarán en masa delante de los monitores, animados por otros internautas, mientras sus padres no se enterarán de nada  hasta que cansados de trabajar, llegan por la noche a sus casas.
Yoñlu era considerado, amable y muy inteligente según quienes le conocieron. Es cierto que recibía terapia desde los 9 años, pero eso es normal entre la gente culta y progresista que tienen hijos en edad escolar. 
Como otros chicos, vivía en un mundo doble. Un mundo real, insufrible par él, y un mundo virtual donde todo era posible. Sus canciones eran tristes porque hablaban de las tristezas de ese mundo real que él apenas quiso conocer. Son temas que se adaptan a la perfección a esa tristeza y saudade sobre la que pivota lo mejor de la música brasileña. 
Ahora lo comparan con otros grandes artistas. 
Ahora será un nuevo cromo par el álbum de los mitos malogrados. 
Ahora yo contribuiré con esta entrada a alimentar un poco más la leyenda, mientras la persona real, la que está detrás de Yoñlu, irá desapareciendo más y más hasta que finalmente muera por completo. Esa muerte de la que no te salva nadie,  ni la fama, ni los beneficios que ella conlleva. 
Si es así, que así sea.


19 octubre 2009

Solo para nosotras solas (N_ONE _ O : perdiendo los papeles)


  • ¡Tú no eres el Adonis del Caribe!
  • Señoras ...yo.
  • ¡Señoras, leches! ¿Se puede saber como coño te has metido en mi furgoneta?
  • ¡Qué descaro, ustedes me secuestraron!
  • No te secuestramos a ti, mamón.
  • Cállate, Elvira, que te pierdes.
  • Maruja, explícame entonces por qué en vez de nuestro príncipe latino tenemos aquí dentro a este viejo oxidado.
  • Ni idea. Nos habremos confundido, pero no sé cuándo ni cómo. Escucha, tío mierda, me estás cansando y la opción es clara: o sueltas lo que sabes o te remuevo este bate en las entrañas.
  • ¿Queréis que le pinche en los riñones con las agujas de calcetar, chicas?
  • Espera, Reme, antes démosle una última oportunidad. Suelta lo que tengas que soltar y hazlo rápido.
  • Señoras, yo...yo sólo soy un pobre archivero que me dirigía a mi trabajo como cada...cada mañana en el Barrio Antiguo (Ver aquí). Desconozco quien es ese Adonis del Caribe que ustedes quieren encontrar.
  • ¿Encontrarlo? Queremos poseerlo para nosotras solas. Ansiamos alimentarnos con su glorioso cuerpo, contaminarnos con los efluvios de su rotunda masculinidad, saborear el hidromiel de su alma generosa.  ¡Pedro Raúl Trigales, solo para nosotros solas!
  • No seas teatrera, Luisa y menos le des datos sobre nuestras ansias profundas a este pisapapeles desestructurado.
  • Entonces tendremos que libraremos de él, ¿no niñas? Habrá que cargárselo. Decidme que sí, venga.
  • Elvira, aunque habitualmente reniego de tus tendencias abiertamente sádicas, esta vez considero que has estado acertada. No veo otra opción, chicas, si no queremos acabar nuestra postrera juventud en una lúgubre mazmorra.

  • ¿Diga?
  • Sabemos que usted y sus amigas han hecho una mínima gamberrada. Nos da igual pero escúcheme bien ya que solo se lo diré una vez. Comuníquele lo que le voy a decir a sus compinches parroquiales.
    Como ustedes tienen al tipo que íbamos a secuestrar nosotros y nosotros al suyo, tendremos que hacer un intercambio.
    Lleven a nuestro paquete a la explanada del Faro Mayor de Kaskarilleira a las 3 de la madrugada y nosotros le entregaremos vivo al pirindolo tropical. Sean buenas chicas y podrán jugar con su muñequito hasta que se cansen de él. De otra forma serán culpables de una tragedia que les traerá algún dolor de cabeza.

  • ¿Quienes son ustedes? Cómo los reconoceremos allí, si estará todo a oscuras?
  • Lleven una linterna. Lo dicho: a las tres de la mañana les esperamos, ni un minuto más.

12 octubre 2009

La montaña trágica (Kaskarilleira existencial 5)


(El resto de historias de Kaskarilleria existencial las podéis ver desde aquí)

Os diré una cosa: Sapatileira nunca me dio buena espina. Ahí tan grande, haciéndole sombra a Kaskarilleira e incluso disputándole protagonismo al Faro Mayor.
En los tiempos ominosos algunos usaban su chepa pelada para el deporte más exitoso del momento: el tiro al rojo, versión castiza de otros afamados deportes como el tiro al negro y las variedades arias: tiro al judío, al gitano, al eslavo etc...
Mucho les gustó el sitio a aquellos avezados tiradores, hasta el punto de querer prolongar su
tierna camaradería armada habilitándolo para su recreo. Con sus ya conocidos modales enérgicos, desalojaron las aldeas de Sapatileira y plantaron las semillas de las que luego serían florecientes sociedades: la de tiro, el club de golf, el de tenis, la hípica, el aero-club etc...
Bajo el azul del cielo, el inequívoco azul de las camisas patrióticas iluminaba los alegres corazones victoriosos, muy lejos de la ominosa grisura de la ciudad a sus pies.
Allí mismo construyeron sus nuevas mansiones interurbanas y como había espacio suficiente, las escuelas, colegios y facultades en los que luego estudiaron sus retoños.
Pasaron los años y Sapatileira se convirtió en lugar de paso para estudiantes, profesores, chachas, amantes nocturnos y yonquis. El resto solo nos acordábamos de ella cuando cada verano, invariablemente, decidía quemar sus matorrales y lanzarnos encima sus malos humos.
Todo normal, todo sabido, todo aceptado. Hasta aquel día
de principios del mes de octubre. Desde entonces nada fue igual.
Los periódicos de la mañana daban la noticia con caracteres espectaculares. Aquella misma noche, algo extraño había ocurrido en Sapatileira. No serían ni las 2 de la mañana cuando un destello verde barrió la montaña de arriba a abajo, desde la cima hasta las faldas de la ladera norte que daba a la ciudad. Un grupo de guardias de seguridad de las urbanización colindante llegó a los pocos minutos. D
esde lejos nada les llamó la atención, excepto los restos humeantes en la roca desnuda. Se acercaron hasta la piedra con su linternas y notaron que la pared estaba horadada con grandes cicatrices de una profundida inaudita.
Eran letras.
Enormes.
Inmensas.
Con un mensaje corto pero categórico:
"O me quitáis toda la mierda que que me habéis echado encima en el plazo de una semana, o me la sacudo yo misma. Estáis avisados"
(Firmado: Sapiteleira, la montaña trágica)

02 octubre 2009

Vampiresas que me merezco (Kaskarilleira Existencial 4)

(Los capítulos anteriores, aunque no imprescindibles, ya que cada uno es mayor de edad, los podéis leer pinchando aquí)

La noche estaba fría, pero me resultaba insoportable seguir en casa adormecido por la pantalla de soltar mentiras. Bajé al portal saltando las escalera de tres en tres e imaginando que de repente me quitaba veinte años de encima, pobre infeliz.
Ya abajo, en el zaguán de la entrada, fui recibido cordialmente por una animosa capa de polvo. Me sentía feliz en compañía de aquella cochambre
.
¿Feliz? Aquella obsequiosa masa no tenía la forma acostumbrada.
A la luz de la mortecina bombilla, más bien parecía que escondía algo.
No, definitivamente, aquello no era normal.
Instintivamente busqué la pistola en el bolsillo de mi cazadora.
  • ¡Mierda, quedó en la mesilla de noche!
Allí delante tenía a tres mujeres en un torbellino de mierda. Fascinante, aunque sonaba a ya visto.



Las tipas se pusieron a cuchichear entre ellas. La más alta estaba en medio. Era una mujer elegante pero sobria y tenía una mirada gélida y cortante como una espada de hielo. Estaba escoltada a su derecha por una rubia, quizás de tinte, entrada en carnes y con una enorme dentadura sonriente que destacaba en la penumbra. Al otro lado estaba la más joven, de cara redondita como una tortilla francesa hecha en sartén pequeña. También era rubia y ostentaba una nariz respingona que le daba el clásico aire de sabionda, la eterna sabionda de su clase.
Las había visto en alguna parte pero aquel no parecía ser el momento más adecuado para consultar el archivo cerebral de imágenes.

Aunque hice un esfuerzo sobrehumano para salir por patas, me había quedado clavado con la mano metida en el bolsillo superior de mi cazadora.

Las arpías me debían de haber inmovilizado con algún extraño efluvio invisible entre la porquería del portal. Mañana, ni Dios me libraría de una agujetas. Seguro.
De repente, una voz repipi resonó en aquel antro inmundo:

  • Empieza tú, Elena, por algo eres la Vicepresidenta.
Mientras soltaba aquella extraña frase, la rubia de feroz dentadura no dejó de mirar a su compañera del centro y luego al terminarla, le hizo un gesto cortés invitándola a tomar la iniciativa.
La tal Elena tenía una hermosa y muy bien templada voz, pero apenas pude extasiarme con ella tras oír el espantoso contenido de sus palabras.

  • No hay problema, Trini. Empiezo yo.
    Oye pichón
    -me señaló con el dedo- la suerte está echada. Está noche vas a hacer un gesto solidario de primera magnitud. Gracias a él te convertirás en un ejemplo a seguir por el resto de nuestros compatriotas. Es cierto que pasarás por momentos complicados pero a cambio conseguirás el agradecimiento eterno de nuestro pueblo.
    ¡Sacad las armas, niñas!
La rubia que había hablado en primer lugar, no tuvo reparos en abrir más la boca en gesto horrorosamente obsceno. Lo peor de todo era ese progresivo crecimiento sus dientes más agudos y afilados.Tras alcanzar un tamaño no inferior a los 5 cm., los entrochocó como si fueran espadas.
Grrrr. Era de esas cosas que luego te persiguen en todas tus pesadillas.

  • Trini, te sacará algunos litros de sangre, ya sabes que ella llevando el asunto sanitario siempre anda escasa de ese material.
Lo dijo con tanta gracia, con tanto estilo, con tanto esmero que casi me enamoré instantáneamente de aquella majestuosa vampiresa.

  • Yo por mi parte como responsable económico he traído ésto.
En la mano relucía un extraño objeto dorado. Por una parte parecía un secador del pelo, por el otro a través de un conducto terminaba en una criba o colador.
  • Es un aparato de alta tecnología a pesar de su aparente sencillez. Un producto de nuestro denostado I+D. ¡Para que luego digan que no inventamos nada! Este chisme aspira la piel de las personas y les extrae todo su sudor o el que se considere necesario. Luego por medio de un proceso químico ese sudor se transforma en pepitas de euro, he dicho bien de euro, mientras el líquido no aprovechado sale por la criba. Lo malo es que solo funciona con currantes por eso no nos lo podemos aplicar nosotras mismas. ¡Pura piedra filosofal!
La rubia de cara redonda había levantado varias veces la mano en la locución anterior y hacía insistentes gestos pretendiendo hablar:
  • Elena, por fa, que yo también tengo un arma.
  • Tranquila, Leire, que ya vamos con lo tuyo.
    Fíjese en ella, lleva un tubo largo y metálico formando una espiral perfecta y la embocadura es del tamaño de una uña de meñique.Con esa especie de pajilla le vamos a extraer parte de su esencia vital, es decir, aquello que le hace hombre. Necesitamos mucha esencia vital para engrasar las instituciones del Estado y poder soportar esta crisis.

Sentí un estremecimiento en la parte más vulnerable de mi cuerpo pero la diosa Elena, me lanzó una sonrisa condescendiente.
  • No se confunda, no necesitamos eso esa casa de efluvios. Preferimos sus lágrimas, material de lujo y muy escaso en un varón que se precie.
    No hay más que decir, pongámonos a trabajar.
Las tres mujeres avanzaron hacia mi. Era ya un fiambre en potencia. Aquellas siniestras arpías me iban a cortar en lonchas para satisfacción de alguna oscura ideología solidaria.
Una repentina explosión interrumpió mi agonía. Delante de mí apareció una figura suntuosa aunque maltrajeada.
¿Coño, si era él! No tenía dudas sobre el aparecido. Aquellas legendarias cejas...

  • ¡Atras! Este no es nuestro hombre, chicas.
  • Pero, Presi ... -dijo Elena.
  • Por Dios, ¿cómo habéis elegido a alguien tan lamentable? ¿Este ni de coña es la representación del Juan Nadie que buscamos.
  • Creíamos que cualquier ciudadano valdría para la experiencia.
  • ¿Qué dices, Elena? De este hombre no ibais a sacar ni una pepita de oro. En su vida ha pegado un palo al agua. No es un currante, Elena. No cotiza. Además ni lloró cuando murió su hamster favorito. No tiene lágrimas, Leire. Trini,su sangre es pura horchata, más fría que la de una iguana.
  • Usted sabe mucho de mi vida,caballero, espero que no me haya espiado con sus conocidas tretas.
  • Es usted un sicario de la prensa canallesca ¡Cállese y hable cuando pague sus impuestos, que es usted un defraudador compulsivo!
Me largó un buen guantazo, luego dirán que el tipo es un blando. Desperté en mi sofá favorito delante de la tele y con cara de tonto.
¡Maldita fabada!


(Inspirado libremente en el tercer capítulo de la maravillosa Drácula de Bram Stoker)