25 noviembre 2005

La patria


“Oigo, patria, tu aflicción,
y escucho el triste concierto
que forman tocando a muerto,
la campana y el cañón”
(BERNARDO LOPEZ)
Ay señor, señor… ¿habrá alguna patria que no esté en perpetuo estado de aflicción? Todas ellas son auténticos focos de tristeza debido a su bajo nivel de autoestima. Recelosas de las virtudes ajenas y celosas de las propias, siempre necesitan compararse entre si para dar lo mejor de si mismas. La patria es sadomasoquista por naturaleza;  por un lado precisa que la maltraten, que le den duro, ya que un buen historial de agravios fabrica muchos y buenos patriotas pero también necesita dar leña, si la ocasión lo requiere, ahí tenemos el caso del "pueblo elegido" capaz de pasar de víctima a verdugo en menos tiempo de lo que tarda un rabino en decir Hosanna.
La auténtica esencia de la patria es el sentimentalismo facilón para el que se requiere el uso de argumentos de contenido melodramático, simples y comprensibles para todo el mundo. En el kit de una patria fetén nunca debe faltar un himno pegadizo aunque eso sí con una letra solemne y que valga para las grandes parafernalias; un puñado de héroes trágicos con los que nombrar y decorar calles y plazas; una historia debidamente retocada en el que la patria quede estéticamente presentable incluso en las peores derrotas y finalmente y como colofón, un bonito pendón, ese trapito indispensable para cubrir un féretro, decorar una trinchera asolada por las bombas o presidir un concurso de belleza.

23 noviembre 2005

Latoso ser revolucionario


Realmente es latoso ser revolucionario en estos tiempos de Google, WiFi y politonos "pal móvil". Frente a tanta confusión, uno intenta abstraerse y leer los viejos catecismos marxistas buscando alguna revelación trascendente pero se aburre como pingüino en bodega y a la tercera página lo deja, al sentir en todo su cuerpo el incurable virus burgués de la desidia. Antes todo era más fácil. Entonces a los cantautores todavía no les había dado por el intimismo y el rollito de la instrumentación; con un jersey de cuello alto, voz cazalla, y la consabida guitarra española bastaba…todo muy unplugged. Los intelectuales -sí muchos de esos mismos que hoy en día son liberales de extrema derecha y pontifican en la COPE o en El Mundo- citaban a Althusser, Lacan o Gramsci cada cinco frases como si fueran el abracadabra que les abriera las puertas de la percepción o cuando menos el sexo de alguna camarada maciza y caritativa .También había que contar con los políticos. Fidel era más joven y menos patético en su obscena dictadura caribeña. Los soviéticos y sus satélites de Europa del Este, aún viéndoseles el plumerío totalitario, caso Primavera de Praga, hacían gracia al verlos tan cercanos y tan lejanos al mismo tiempo; por entonces, hasta la bestia parda de Ceaucescu tenía un pase como posible tercera vía . Ahh ¿y que decir de Mao? aunque viejo y fofo lucía esa cosa glamorosa de lo exótico con su traje tan chic y esas frases chorras y lapidarias del libro rojo. Hoy, en cambio, si le das la brasa a una pava hablándole de la vida y milagros de Lenin seguro que te mirará extasiada poco antes de soltarte que le molaría tatuarse la silueta del ruso entre la espalda y el culo. Comparado con los viejos patriarcas de la revolución, un tipo como Chávez parece que se ha escapado de algún episodio de Speedy González o de Pixie y Dixie y el coreano ese no deja de ser el vástago sangriento del papá asesino. ¡Que coñazo! ahora no basta con ser simplemente revolucionario, tienes que ser además: feminista y antipatriarcal, comunista, antiglobalizador, anticolonialista, antiimperialista, antimilitarista, ecologista, antisexista, antifascista, contrario a la Unión Europea y por encima de todo patriota, eso sí lo de la patria debe ser siempre la guinda del pastel, la bandera que corone la proeza de ser un buen revolucionario. ¿Hay algo más latoso?

20 noviembre 2005

Una de vidas ejemplares


Adivina, adivinanza ¿quién es el personaje de la foto? No ganó ningún premio Nóbel, no descubrió ninguna vacuna cuasi milagrosa, tampoco fue un médico relevante, un indiano filántropo o un político con buenas intenciones. Nuestro buen hombre gastaba bigote hitleriano, llevaba pistola al cinto, vestía camisa azul y se debía creer un gran estratega mientras organizaba a sus mesnadas para machacar a sus adversarios de izquierda. Es decir, era un simple y elemental matón, especie de “skin head” de la época, que tuvo el triste privilegio de ser asesinado muy pronto y alcanzar la condición de mártir falangista un poco antes de que empezara la gran matanza. Sin embargo, el principal hospital de mi ciudad lleva su nombre y uno no puede dejar de pensar en la paradoja: un centro de salud con el nombre de un verdugo. Es como si, por ejemplo, al campo de concentración de Auschwitz le llamasen Pio XII, aunque quizás en este caso, valorando la obra de tan insigne papa, el nombre sería más pertinente. Para ver más cosas sobre la vida y milagros de este personaje aguerrido y patriota me remito al texto de Benjamín Balboa en Rebelión

15 noviembre 2005

Está visto



Está visto, está visto... Federico quisiera ser obispo. A pesar de esa cara arrugada de viejo-niño-viejo, esa facha de banderillero chulapón y barbilampiño, esa imagen de cabaretero gay por El Paralelo, en realidad lo que le hubiera gustado a Federico es ser un orondo obispo pirenaico gourmet de picatostes y chocolate espeso en su rotundo y románico palacio de piedra a la hora en que suenan las campanas de la atardecida. No tendría entonces que esconder su mejor sonrisa bobalicona y podría bendecir con su hisopo seguramente radiactivo a diestra y siniestra, sí, han leido bien, hasta la siniestra merecería su bendición con tal de ser consagrado por la veneración de las multitudes como legítimo adalid de ovejas y alimañas. Porque, vamos a ver, ¿de qué sirve ser un agrio inquisidor, cazador de rojillos desteñidos para alegría y despipote de la derecha y personal de orden cuando sabes que quizás pronto, muy pronto, éstos mismos que te jalean te venderán como cordero de pasión para pactar con esos a los que tu hostigas, torturas y vituperas? Nada, nada, Federico, a pesar de ser tan poderoso y tan lider mediático, está triste, y por las noches, cuando nadie le ve, se pone esa ropa talar que le prestó su amigo el rouco obispo y se da unos paseos a lo top model por el gran pasillo señorial de su casa bendiciendo a todos y sintiéndose reconfortado al estar un poco más cerca de Dios y más lejos de los hombres y sus mezquindades.